martes, 21 de diciembre de 2010

Esa melodía...

Cada atardecer, al caer el sol, una melodía inundaba mis oídos. Era dulce, suave y relajante. Al principio, cuando empecé a escucharla, la busqué. Recorrí todo el castillo en su busca, pero nunca la encontré. Había mirado en todas las habitaciones, por todos los rincones, pero no hallé su procedencia. Después, cuando el tiempo pasó, dejé de buscarla. Ya había asumido que cuando la luna relevaba al sol, la música se oiría por todo el castillo. Pero un día, se dejó de oír. Yo, que me había acostumbrado a escucharla la eché en falta. Sentí como había perdido una parte importante de mí. Sentí que las noches no eran las mismas si no me acompañaba mi particular banda sonora. Y entonces, fue cuando comprendí que no era la música lo que necesitaba. Necesitaba el saber que alguien estaba tocando para mí, necesitaba sentirme acompañada aunque sólo fuera por esa melodía. Pero ella me había abandonado y ni mis piedras, ni mis lobos, ni yo, conseguimos hacer que vuelva.

2 comentarios:

  1. Lo mismo si escribes la letra de la melodía el músico vuelve a tocar, se inspira para una cantata... porque quizá él necesita, como tú, saber que alguien también le escucha... ¿no?

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  2. Mi músico es un poco especial. Yo creo que dejó de tocar cuando notó que realmente había alguien que le escuchaba.

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