En una de las paredes de mi torreón, había un cuadro que no podía dejar de mirar. En él, se podía ver a una niña de cabellos dorados y rizados, con la piel blanca y uniforme y los ojos azules y claros. La joven tenía un vestido blanco, pero encima, llevaba una chaqueta tres veces mas grande de lo que debería ser. Aquello la daba la apariencia de ser más mayor de lo que era. O quizá sólo parecía una niña intentando sobrevivir en un mundo de mayores. Una cría que apenas comprendía el mecanismo del mundo, pero que se esforzaba por hacer creer a todo el que la rodeaba lo capaz que era de sobrevivir ella sola.
Me gustaba ese cuadro, con aquella niña sin expresión aparente en el rostro, como si se la hubieran borrado. Me gustaba ese cuadro, que reflejaba tan bien lo que yo sentía. Me gustaba ese cuadro, tan triste, tan raro, tan melancólico, tan solitario en medio del torreón. Me gustaba mirarlo, sobre las piedras frías y duras. Me gustaba y por eso subía cada mañana a la mas alta torre. Sólo para verlo.
lunes, 22 de noviembre de 2010
domingo, 21 de noviembre de 2010
Lobos paseadores
Los lobos pasean por los jardines. Jardines apagados y sin vida. Los lobos cuidaban mi castillo de la noche. Los lobos le aullaban a la luna, advirtiéndola de que en mi reino ella no era bienvenida. Los lobos aullaban a las estrellas, pidiéndolas que me trajeran luz. Los lobos vigilaban toda la noche en mi castillo infranqueable. Y por el día, ellos se tumbaban a mis pies. Se acurrucaban en mi regazo y me lamían las manos. Por el día, ellos eran mis amigos, mis amigos fieles. Pero a pesar de que se sentían bien dentro del castillo, ellos no dejaron de ser nunca lobos paseadores, lobos deseosos de caminar y caminar hasta que sus patas no les sostuvieran.
jueves, 18 de noviembre de 2010
Las piedras mordedoras
Las piedras mantenían alejados a los curiosos. Ellas gruñían y mordían a todo aquel que se acercaba. Ellas vigilaban todo el día, siempre por los alrededores, camufladas como simples piedras. Ellas custodiaban mi castillo. Y luego, al anochecer, venían a mi cuarto y me contaban todo lo que habían visto. Ellas eran mis ojos. Ellas eran la luz que alumbraba mis noches.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Había una vez...
Había una vez, un castillo triste y oscuro, donde las piedras hablaban y los lobos paseaban por los alrededores. Había una vez un castillo triste y oscuro, donde el viento soplaba y el frío se colaba por los rincones. Había una vez un castillo triste y oscuro, donde nada era lo que parecía y las cosas nunca estaban donde deberían estar. Pero ese castillo triste y oscuro era mi hogar, por lo que no puedo hablar mal de él.
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