domingo, 9 de enero de 2011
Su mismo idioma
El tema de la melodía seguía en mi cabeza tiempo después de que se dejara de oír. Uno de mis lobos, cansado de verme deambular por el castillo en su búsqueda, me hizo una sugerencia. Me dijo que si quería comunicarme con el que emitía la música debía hablar su mismo idioma. Así que, me senté frente al piano que había en una de las habitaciones y me puse a tocar. Toqué aquella noche y la siguiente y la siguiente. Y pasaron los días y se convirtió en una rutina. Tanto tiempo pasó que al final, acabé olvidándome de el por qué tocaba. Pero un día, vino la contestación. Un día como otro cualquiera, escuché el sonido del violín que tanto me obsesionó. Y ahora, cada noche, mi piano y su violín conversan en el mismo idioma y yo me siento un poco menos sola.
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